A pesar de las diferencias,
Latinoamérica siempre ha sido una gran familia. Como una tierra joven, rica en matices, se crea a sí misma cada día a través de una experiencia humanista compartida. América es el símbolo del mestizaje étnico, la variada y rica expresión de la cultura no sólo como un lenguaje que compartimos en común, sino como el origen de nuestra fortaleza. Somos hijos del futuro, de la promesa, del poderoso significado de compartir una historia en común, un deseo de superación que nos hará invencibles, una identidad social que evoluciona y se transforma a medida que nuestros países toman el rostro de sus ciudadanos, se hacen parte de un sueño inmenso, atesorado en nuestra memoria colectiva.
América es una tierra fértil que ha dado como fruto una enorme y amplia diversidad cultural que nos compromete a todos y que forma parte de nuestro gentilicio continental.
Es por ese motivo que me pronuncio en nombre de la
paz. La guerra siempre ha sido una idea destructora en sí misma, el temor y el dolor materializados en ambiciones políticas e ideológicas carente de verdadero valor, porque América es una metáfora del poder de las convicciones, de los principios como la manera idónea de construir una posibilidad de futuro. Siendo ciudadana de este continente, como artista, como mujer, rechazo la guerra y el conflicto bélico en nuestras tierras, porque será el consenso, la armonía, el poder de la palabra, lo que bendecirá la obra que hemos logrado crear a partir de una confraternidad donde la violencia no tenga cabida y nuestra fuerza sea la unión.
Creo que los conflictos que podamos atravesar pueden ser resueltos por la vía diplomática, a través del entendimiento y el diálogo constructivo. Un enfrentamiento armado solo conseguiría desestabilizar de una manera incontenible las normales relaciones existentes entre nuestros países, y dañar tal vez de manera permanente, la convivencia, el clima de cooperación y la fraternidad entre países hermanos, cuyos rasgos fraternos se extienden en la geografía, en el tiempo y la idiosincrasia.
También quiero elevar mi voz para abogar por la liberación de
Ingrid Betancourt, una ciudadana franco-colombiana que corre el riesgo de morir en las selvas colombianas a manos de la guerrilla ideológica. Me pronuncio en nombre la Paz y la armonía, levanto mi voz contra la violencia y desearía que la liberación de Ingrid Betancourt fuera el comienzo de un camino fértil hacia el entendimiento de las naciones y la aceptación de nuestras diferencias como un estandarte de gran poder social.
En ésta, la semana de la mujer, elevo mis suplicas por Ingrid, como el rostro visible de la violencia sin razón y el dolor de una sociedad que sufre el flagelo de la intolerancia y la confrontación como medio de expresión política, al igual que lo padecemos en mi país.
Levanto una luz en nombre de la
PAZ.Nota: A todos mis queridos amigos, quiero agradecerle muchisimo sus comentarios y favoritos. Me averguenza y me duele no poder responderle en la oportunidad de la manera que lo merecen pero actualmente me encuentro muy ocupada no solo con mi trabajo sino además, con la situación general de mi país. Igualmente, quiero agradecerles con mucho amor sus palabras y su apoyo.
Petro.
Stamps